Pierre lleva, a sus diecisiete años, una vida pequeña, ordenada y casta en compañía de su abuela. El desastre está en Canarias, en casa de sus padres, una pareja peleada y dada al libertinaje. Pierre comienza a vivir con ellos, con Hélène, madre fascinante, femme fatale, con el padre, odiado y al que pronto enterrarán. Hélène arrastra a su hijo al placer, le cede a Réa, antiguo capricho lésbico. Con ella, Pierre descubre el éxtasis, la vergüenza y el respeto. La moral de Hélène, definitivamente relajada, no considera que desear a su propio hijo sea un tabú, ella no lo llamaría incesto.